Palermo, poesía, lunfardo en Ricardo Ostuni - Argentina Tango / España

Llegamos hasta su estudio precisamente para hablar de eso… tangos, valses y milongas, de Buenos Aires, Argentina, de sus cosas. Llegamos para enriquecernos con el conocimiento lleno de humanidad de don Ricardo Ostuni. Y no hacemos más que llegar, Ricardo, y ya queremos situarlo en su barrio natal, aquella escuela donde aprendió a escribir… -y bien que lo ha aprovechado-, los recuerdos que esto le genere…
Los días de mi niñez y aún los primeros de mi adolescencia fueron días de barrio. Ese barrio por entonces se llamaba Palermo; hoy se lo nombra como Barrio Norte que es una inexistente creación de las inmobiliarias para darle más categoría –y obviamente mayor valor- a esos conventillos verticales de los que el poeta Orlando Mario Punzi dijo, en un admirable soneto ,que ` hay un cacho de sol que se suicida… por cada monoblock que se levanta…´
Mi barrio era apacible, sereno y silencioso, como lo era en general la vida en los días de la década de 1940. Sólo los sábados por la tarde se oía alguna radio de la vecindad usurpando el descanso de la siesta con los bailables en vivo de las emisoras porteñas. También había algún bullicio auspicioso el mediodía del domingo en el despacho de bebidas de la esquina, ese recinto oloroso, que sahumaba una mezcla de fernets, pinerales, vermouths y aceitunas y donde la brisca, el tute y el tresillo encendían los ánimos de los gringos en cada mano y en alguna mesa vecina se discutía de fútbol o se estudiaban las chances de los caballos para jugarse algunos boletos.
Lo demás era tranquilidad y silencio. Mi casa tenía sus propios bullicios. Como hogar de gente vinculada con la política, eran cotidianas `las visitas´ –como se llamaba por entonces a las amistades que concurrían a conversar y tomar alguna copa con mi padre a la hora del atardecer- con la presencia, muchas veces, de dirigentes de primera línea. También sabían venir artistas y cantores, entre los que recuerdo a Ernesto Famá, Agustín Irusta – que cantó en la fiesta de mis quince años- y sobre todo don Martín Castro, el payador libertario que alguna vez me tuvo cerca de sus rodillas, mientras improvisaba su canto.
Supongo que algo de todo eso tiene que ver con mi vocación por el tango y la poesía que la aprendí a oír desde muy chicos en labios de mi padre, que era un buen lector y mejor recitador. Lo oigo aún con su vozarrón impostado –casi 2 metros de altura- decir versos de Juan de Dios Peza,(`Viendo a Garrik actor de la Inglaterra...´) ; de Almafuerte (`Si te postran diez veces te levantas / otras diez, otras cien otras quinientas...´); de Ovidio Fernández Ríos (de quien solía recitar un bello pero efectista soneto titulado `Los Tristes´ que todavía puedo repetir de memoria); de Elías Regules, del Viejo Pancho o de Andrés Cepeda del que siempre recuerdo unos versos que por entonces no entendía, pero que me sonaban formidables: `Diosa Themis, Sacomano / es un Dreyfus argentino´ . Puedo decir que aprendí poemas mucho antes que el alfabeto y que conocí los versos del Martín Fierro también antes de conocer las canciones patrias escolares.
Luego vino la secundaria… y esa gusto por la literatura que fue creciendo, Ricardo...
Si, yo comencé escribiendo versitos líricos como casi todos los muchachos y muchachas de 10 o 12 años, ocultándolos en un cuaderno como un terrible secreto, sólo compartido con algún amigo confidente y con mi profesora de literatura de primer año del Colegio Carlos Pellegrini, la escritora Ana Julia Darnet de Ferreira a quien siempre llevo en mi recuerdo y en mi corazón.
Ella fue quien guió mis primeras lecturas más o menos organizadas entreverando a los clásicos españoles con Neruda, Juana, Alfonsina, y un poeta italiano, ilustre fabulista, poco conocido hoy, Carlos Alberto Salustri, que firmaba con el anagrama de Trilussa, que visitara el país en 1924. Todavía guardo su libro. No fui un buen estudiante, me aburrían las materias tediosas como botánica y físico-química, me aterraban las matemáticas pero en cambio disfrutaba con la geografía, la historia y la literatura
Después, ya adolescente, muerto mi padre, comencé a tomar en serio la escritura. Escribí los primeros sonetos y algunos otros poemas muy impresionado por la poesía del poeta argentino Roberto Themis Speroni que también le cantaba a su padre muerto. Se los di a leer a don Antonio Pagés Larraya (eminente escritor argentino) quien con generosidad impar los corrigió y me indicó algunas reglas básicas del oficio. Así nació mi primer libro –hecho a mimeógrafo bajo el entusiasmo de la siempre recordada poeta y entrañable amiga, Ángela Colombo, `Identidad y otros poemas de la tristeza´– del que no quedan más rastros que una copia que no me atreví a destruir.
Mientras tanto el tango venía ganando su espacio… aquella quijotada con José Gobello, Nicolás Olivari… la Academia Porteña del Lunfardo…
Recuerdo que el primer poema lunfardesco que escribí fue con motivo del cumpleaños número 40 de mi amigo Nelson López del Carril a quien entre todos los amigos íntimos le habíamos preparado una fiesta sorpresa. No recuerdo por qué, o si fue a sugerencia de alguien, que decidí escribirle un saludo en broma que, después de dar muchas vueltas, terminó siendo un soneto que –si la memoria no me es infiel, como alguna de esas tantas minas de las que habla el tango- comenzaba asi:
Nelson:
Después de haber cantado las cuarenta
en el tute cabrero de la vida
tenés que ir a más. Pierde la partida
el que se queda en medio de la cuenta.
La ocurrencia fue celebrada por los invitados a la reunión cuando recité el soneto y no faltó un amigo, conocedor de mis poemas desde la primera juventud, que me incitara a frecuentar más asiduamente a las musas lunfardescas, tal vez como una forma de tratar de alejarme definitivamente de ellas.
Quiso la casualidad que al poco tiempo –meses tal vez- cumpliera años un entrañable amigo, casi un hermano: el escribano Carlos Alberto Novellino, quien fuera dueño del boliche tanguero Pigmaleón, como en su momento lo fuera de Homero. ¿Y qué se me podía ocurrir? Pues escribirle otro soneto que titulé `Frate mío´ y cuyo primer cuarteto decía:
Una misma pasión nos embalurda
nos hace ver la vida de igual modo
y qué es la amistad después de todo
sino embriagarse con la misma curda
Hablo de unos 30 o 35 años atrás. Estos ensayos lunfardescos matizaron mis otras veleidades poéticas y de vez en cuando me animaba a publicar alguno en revistas de escasa circulación, como lo fue `El Pique Insólito´ del amigo Bouchó de Escobar, Provincia de Buenos Aires. Allí apareció otro de mis sonetos lunfas, titulado `El último paseo´ inédito hasta el día de hoy que, con algún retoque, dice así:
Que vi´andar escondiendo la partida
si ya me es imposible el batacazo
Todo mi galopar se vuelve paso
quizás pronto me lleven de la brida.
Para la última penca de mi vida
conservo unos boletos, por si acaso,
rescoldo de los años de escolaso
cuando la juventud era corrida.
Ya no tengo fervor de atropellada
hoy apenas me estiro en un floreo
y se que mas de ahí, no pasa nada
Por eso sin engrupe o chaboneo.
voy hecho, si es que viene la mancada
y en la pista doy el último paseo.
Tuve la fortuna que don José Gobello leyera estos versos en `El Pique Insólito´ y que le escribiera al amigo Bouchó alguna línea alentadora para el autor. Bouchó me lo hizo saber y yo, telefónicamente, tomé contacto por primera vez con Gobello, allá por 1987 si no me equivoco.
Don Ricardo Ostuni… vamos a seguir la charla. Hablaremos del tango, de sus libros, de sus poemas… nos encontraremos con los lectores en esta misma mesa con el café recién servido.
Eduardo Aldiser
Argentina al Mundo con los escritores y estudiosos del tango argentino
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