Hampa en Buenos Aires - Argentina Tango / España - Julio Valea, el Al Capone Gallego

“Ha llegado a Buenos Aires, Argentina, desde Galicia antes de cumplir los 18 años. Sus padres prefirieron que Julio partiera para la emigración, antes de que fuera enviado a la guerra de Marruecos”. Así comienza este relato en la primera parte publicada… Julio Valea, el “Al Capone Gallego” (1) Aquí se completa esta historia de unas décadas bravas en las que se fue consolidando el tango argentino…
Julio Valea, el “Al Capone Gallego” (2)
Por Lois Pérez Leira
A pesar de los constantes intentos de amigar a Ruggiero y a Valea, la guerra entre las bandas del hampa continuaba. Ruggerito fue emboscado por la gente del “Gallego Julio”, aunque fracasaron en su intento de matarlo, es herido e ingresado en el Hospital Fiorito. En aquella intentona de asesinato murieron dos hombres de Ruggiero: Lucachi y Monte de Oca. Durante el velorio de ambos, en la casa de Lucachi se personó en el mismo, Isaac Cucci alias el “Gordo Ceferino”.
El extraño personaje llamó la atención por el fuerte olor que largaba a desinfectante, que se aplicaba para curar heridas. Al ser identificado como miembro de la banda de Julio Valea, se lo hizo salir discretamente tras un pretexto y en la Avenida Mitre de la ciudad bonaerense de Avellaneda, a la vista de todos fue asesinado de cinco disparos a quemarropa.
Unos días después, mientras Ruggero se recuperaba en el Hospital, la misma banda agresora intenta un segundo intento de asesinato. Los supuestos hombres del Gallego, pusieron una escalera en el patio interior del hospital, que daba a la ventana del “Matón” de Avellaneda y desde allí pensaban rematar a su contrincante. Los ruidos de la escalera alertaron a los guardasespaldas que respondieron a tiros el nuevo intento.
Cuentan que Ruggero cansado de enfrentamientos con Valea intenta el último acercamiento contando para ello con el periodista Gustavo Germán González, el famoso GGG periodista del Diario Crítica. Según cuenta Pignatelli “Se encontraron en el Castelar, con las queridas de Valea como únicos testigos. El Gallego propuso: “Interceda y haremos la paz. Que los de su banda no vengan a la Capital y los míos no cruzarán el puente (del Riachuelo). Creo que es un trato justo”. El famoso GGG habló con el jefe de investigaciones de la Policía, comisario Santiago, con quien convino juntar a los dos hampones en su propio despacho, para firmar la tregua durante la semana siguiente. Pero esta reunión nunca se llevó a cabo.
Una tarde de octubre de 1929 después de comer en el Hotel Castelar con sus dos queridas, el gallego Valea decide trasladarse hasta el Hipódromo de Palermo, para ver correr a su caballo “Invernal”. La tarde estaba primaveral, se escuchaba el murmullo de miles de “burreros” que alentaban a sus caballos. De pronto la multitud gritaba desesperadamente los últimos metros de la carrera que podía ser de la fortuna o de la ruina.
Mientras tanto Julio estacionaba su coche negro detrás del hipódromo. Al bajar del automóvil se había subido al techo, para poder ver con binoculares toda la carrera. Las autoridades del hipódromo le tenían prohibida la entrada. Allí lo estaba esperando el “Gordo” Carranza, que conocía los movimientos de Valea.
El Gordo pertenecía a la banda de Ruggiero y era un excelente tirador. A tan solo 15 metros, desde el terraplén del ferrocarril, Carranza apuntó con un rifle Winchester y acierta en un tiro mortal. El “gallego” lentamente se va cayendo del techo, al capó y desde allí al suelo. Julio parecía que se despedía de una vida que no había buscado, al que el destino lo había arrastrado. El ruido del tiro llama la atención de los “burreros”, mientras la sangre bulle de un cuerpo sin vida y una multitud se junta, para mirar por ultima vez al “Gallego” Julio Valea.
Años después, el sábado 21 de octubre de 1933, es asesinado por la espalda, con una pistola calibre 45, Juan Ruggiero, a quien vemos en una foto a la derecha de Carlos Gardel junto a Bartolomé Aprile. Para algunos fue la revancha del “Gallego” Valea. Para otros el fin de una etapa convulsionada y trágica de una Argentina que se estaba haciendo con muchos tangos sonando de fondo, en cada esquina.
La fama de nuestro paisano quedó en el recuerdo de los porteños, según cuenta el destacado escritor Petit de Murat, al relatar que cuando el pintoresco porteño y tanguero, Francisco Loiácono “Barquina”, conoció al entonces coronel Juan Domingo Perón, con su habitual desparpajo compadrito, le dijo: “Si a usted no le diera por la política, qué cuadro con las minas. Con su pinta trabajarían para usted más de las que tuvo el gallego Julio”.
Lois Pérez Leira
Argentina Mundo con relatos de historias porteñas con transfondos del tango argentino
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